A veces nada está mal… pero tú no estás bien.
No hay drama. No hay crisis visible. Pero por dentro, algo duele. Algo pesa.
Puede que tengas trabajo, salud, personas que te quieren. Puede que tu vida se vea bien desde fuera. Y, sin embargo, sientes un vacío. Una angustia sorda. Una especie de tristeza sin motivo.
A lo mejor lo ignoras, intentas no escucharlo, para no tener que lidiar con ello…
Pero si esperas, si no haces nada, ese sentimiento va posiblemente crecer y crecer… hasta qué…
Lo que pasa dentro (cuando parece que no pasa nada)
Sentirse infeliz no siempre significa que haya un problema evidente. A veces, simplemente hay una desconexión. Un ruido de fondo que no se calla. Un cansancio que no se va con dormir. Una distancia entre tú… y tú.
Es como si te hubieras alejado de tu centro sin darte cuenta. Como si algo esencial se hubiera quedado atrás.
La angustia no siempre es un enemigo. A veces es una señal. Un susurro que dice: “Eh, hay algo que está pidiendo atención.”
Lo que no me ayuda
Compararme. Forzarme a estar bien. Decirme que no tienes derecho a sentirme mal porque «tengo todo para ser feliz».
Eso solo me aleja más de mi.
No se trata de arreglarme. Ni de corregir lo que siento. Se trata de escucharme sin juicio.
La infelicidad como una puerta
¿Y si esa sensación de vacío fuera una llamada? ¿Y si no fuera un error, sino una invitación a volver?
Volver a lo que es verdad en ti. A lo que has descuidado. A lo que no te permites mirar.
A veces, el alma no tiene palabras. Pero eso no significa que esté muda.
Hay algo dentro de ti que gime en silencio… y sabe a dónde quiere volver: a tí mismo(a).
Lo que hago para volver a mi
1. Respiro conmigo
Cierro los ojos. 3 minutos. Solo yo. Solo respiración. Solo presencia.
2. Preguntarme: ¿Por qué me siento así? o ¿qué me pasa?
Lo escribo en una nota del teléfono. O grabo mi respuesta con mi teléfono. Lo hago como si se lo estuviera diciendo a alguien. Dejo salir todo lo que pueda, aunque no entienda. No necesito respuestas, solo palabras que salgan. Aunque no tengan sentido.
Inténtalo y me diras. Por cierto, el mío se llama «dictado mágico» 🫢 … ¿Qué nombre le vas a poner al tuyo?
3. Suelto la exigencia
Estar conmigo no es un deber. Es un regreso. Y puedo hacerlo sin prisa.
Conclusión
Quizás no se trata de cambiar tu vida entera. Sino de volver a habitarla. Desde dentro.
Y si no sabes por dónde empezar, empieza por ti. Tres minutos al día pueden ser el inicio.
📌 Únete al desafío gratuito: 5 días, 3 minutos al día, solo para ti →
Que la verdad que vive en ti te haga libre.
